La Paloma de Nicobar, el pariente más cercano del extinto Dodo, en Bioparc Fuengirola

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Todas las especies que han habitado y habitan en el planeta están interconectadas
entre sí. Cada animal mantiene un vínculo forjado a lo largo de años de evolución. Un proceso natural que posibilita, por ejemplo, que especies extintas hace miles o millones de años, hoy día sigan conservando presencia genética en la fauna viva.

Este es el caso del conocido dodo (Raphus cucullatus), un ave no voladora endémica de las  islas Mauricio extinta en el siglo XVII por la mano del hombre y que actualmente aún mantiene un pariente cercano con vida: la paloma de Nicobar. “Aunque siempre ha existido desacuerdo entre taxónomos sobre a qué familia pertenece el dodo, los últimos estudios lo sitúan como pariente de esta especie de paloma. El dodo es un claro ejemplo de cómo la mano del hombre puede acabar con una especie. Los dodos no tenían enemigos en su isla y al no necesitar escapar de predador alguno perdieron la capacidad de volar.

«Al ser fáciles de cazar, los marineros de los siglos XV y XVII las utilizaron como alimento y los cerdos, ratas, perros y gatos que llegaron a la isla en los barcos, acabaron con sus puestas y completaron la extinción de la especie”, explica Antonio Garrucho, responsable de Zoología y coordinador de aves de Bioparc Fuengirola.

A pesar del pequeño tamaño de sus parientes actuales, se considera al dodo como la paloma más grande identificada; podía alcanzar el metro de altura, mientras que la Nicobar ronda los cuarenta centímetros. Aunque significativamente más pequeña y claramente diferente en apariencia, la paloma de Nicobar albergada en Bioparc Fuengirola, cuenta con un colorido plumaje conformado por largas y extravagantes plumas que descienden desde el cuello, mezclando colores verdes, grises, azulados y naranjas, dependiendo del reflejo de la luz.

“El colorido cuello es un atractivo sexual y una forma de expulsar a otros machos de su territorio, a pesar de que es una especie gregaria. En el cortejo del macho a la hembra, el primero tiende a situarse en puntos donde el sol refleje en su plumaje para llamar la atención de esta”, señala Garrucho.

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