Lo útil que hay en ti

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Esta semana me he dado cuenta de que a veces soy un poco brusca. Mi marido, viene y me dice una barbaridad, una barbaridad objetiva, y yo, le doy un mordisco a la galleta y le pregunto con la intención de empoderarle:

– Cariño, ¿tú no te das cuenta de la imbecilidad que acabas de decir?

Y él se enfada, y yo no lo entiendo, bueno, no lo entendía, claro, porque agradezco la sinceridad y sobre todo la económica, que me ahorra tiempo, que es vida.

Sin embargo, estos días, por circunstancias vidísticas, ( toma neologismo), he vuelto a poner en práctica una actitud que no practicaba de modo constante desde hace dos años.

Y es centrarse sólo en aquello bueno y útil que hay en el otro: quitemos lo bueno, centrémonos en lo útil y matizo: lo útil ya es bueno.

Seguro que hay algo que se puede hacer, (que parecerá nuevo, pero es que está en desuso) para solucionar el problema y no solo solucionarlo, sino transformar la relación.

Ocurrió una vez que un profe de un taller de teatro no se daba cuenta de la existencia de un niño que tenía un gran potencial pero necesitaba el empuje del docente. Prácticamente ni lo miraba.

Después de algo más de un mes, la madre pidió una cita con el profe. Y le contó sonriente y sorprendida que su hijo no le decía nada de las clases y que si le podía decir si le ocurría algo.

El muchacho le contestó:

– Yo a veces lo he notado apagado, y… (siguió hablando)

Y después de escucharle, contestó la mujer:

-Estoy segura de que tú, que estás formado para tratar con niños, puedes contribuir, veo que estás en diferentes proyectos, y mi hijo siente devoción por los profesores, (totalmente cierto)

 

A partir de ese día, el profesor le dedicó más tiempo al niño,

hablaba con la madre por teléfono todas las semanas y ella siempre valoraba lo que hacía, seguía sus recomendaciones, y terminaba la conversación con un “ Gracias por tu labor, o por tu tiempo”, hasta que  tres semanas después  el niño llegó a casa loco de contento porque el profesor había buscado un texto para que él lo representara.

 

No fue defendiendo a un muchacho que se sentía ignorado y excluido, no fue exigiendo responsabilidades, ni pidiendo hablar con el director. Ella escuchó al profesor, detectó lo útil que tenía para su hijo y lo sacó.  Esto produjo una retroalimentación que hacía que los dos estuviesen alegres, confiados y con nuevos proyectos.

Así que ya saben, aquellos de ustedes que necesiten decirle al otro sus defectos para quedar como seres lógicos, inteligentes, centrados, se quedarán más satisfechos pero desde luego sin ningún provecho.

Y aquellos de ustedes que perciban lo útil y bueno que hay en los demás, por favor, sáquenlo, muéstrenselo al poseedor que igual ni lo sabe, y huyan de la  exaltación gratuita de la degradación humana.

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