Letras animadas

En una de sus citas más famosas, Albert Einstein aseguró que “la imaginación es más importante que el conocimiento”. Sin embargo, se trata de dos fuerzas que no deben presentarse como excluyentes, porque en muchos casos son precisamente complementarias, como lo son la intuición y la razón, la novedad de lo sorpresivo y la seguridad de lo previsible, facultades y circunstancias todas ellas necesarias para ir creciendo de un modo equilibrado. Gracias a la imaginación de muchos escritores del pasado hemos ido aumentando nuestro conocimiento de la historia.

Eligiendo sólo el siglo XIX como ejemplo, hemos presenciado con Dickens el despegue de la revolución industrial asistiendo a todo un catálogo londinense de rigideces, con usos refinados y crueles, en unos años decisivos para el desarrollo tecnológico posterior en toda Europa, y en esa misma época hemos viajado con Dostoievski por las frías calles de un Moscú miserable y mágico, o hemos sintonizado con los diferentes caracteres, ociosos o hacendosos, de burgueses y campesinos en París y las villas a su alrededor gracias a los cuentos de Guy de Maupassant. En España las novelas de Clarín y Pérez Galdós nos detallaron todo un entramado social en torno a las peripecias de los personajes, y gracias a ello supimos incardinar los diferentes patrones de comportamiento, modas, costumbres e incluso modos de expresarse oralmente, según los contextos correspondientes a determinadas coordenadas socioeconómicas y culturales.

Lo dicho hasta ahora podría repetirse con muchos otros autores, y prácticamente en todas las épocas. La literatura, pues, se convierte en un modo diferente (más ameno, desde luego, que consultar archivos y revisar códigos legislativos o tratados de historia o sociología) de explorar los modos de vida y relación a lo largo del tiempo. Asomarse a ella es como visitar las sucesivas plazas mayores de todos los pueblos y civilizaciones que han ido existiendo desde que el mundo es mundo y se dispone de algún modo de dejar constancia escrita de su paso por él. Leer esos libros clave de la historia de las diferentes literaturas nacionales supone empaparse del agua clara de tantos y tantos afluentes que acaban reuniéndose en el curso común del río que a todos nos lleva. Es como si la urdimbre de tantas historias pequeñas individuales fuera entretejiendo la historia grande general.

La palabra griegas ánemos significa “viento, aire que se mueve”, pero por extensión puede llegar a significar también “fantasma, espíritu”. La intersección se encuentra en aquello que existe, pero no se aprecia porque es invisible. Muchas veces podemos percibir la caricia de la brisa aunque no la veamos, del mismo modo que nos parece advertir la presencia de alguna dimensión espiritual que nos acompaña. Por eso “animar” equivale a “dar vida”, porque el aire y el movimiento denotan la respiración y la actividad necesarias para vivir, y por eso las “ánimas” son las almas -o las conciencias- que están ahí, no se sabe dónde.

Consecuentemente, un buen libro es capaz de animar poco a poco la vida de sus personajes fabricando con su ambientación una especie de aire propio que también acaban respirando los lectores. La mano del autor siempre está detrás, aunque pase desapercibida; es la técnica del escritor la que nos cuenta y nos dibuja su historia con imágenes, descripciones y diálogos. Los personajes no son actores que se mueven delante del lector, sino potencialidades que van concretándose dentro de él, según las interpretaciones que les va construyendo para hacerlos respirar con un aire propio, y así cada personalidad descrita en el libro encuentra una cara diferente gracias a la imaginación de cada lector. Los sucesivos capítulos no son tiras de dibujos animados, sino conjuntos de letras animadas, signos agrupados en palabras, y estas a su vez relacionadas entre sí en oraciones que hacen posible la implicación afectiva y el enriquecimiento cultural, con lo cual volvemos a los dos polos generadores del principio de este artículo, el subjetivo y el objetivo, el individual y el colectivo, la imaginación y el conocimiento.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí