Santiago de Chile –
La especie humana ha vivido casi toda su historia en guerras entre países, o dentro de ellos mismos, disputándose el poder y los recursos naturales. Siempre conquistando nuevos territorios, invadiendo a sus vecinos, esclavizando y explotando a quien pueda dominar por la fuerza y la violencia.
Es necesario e importante el saber porqué se produce este fenómeno, para evitar caer en el mismo juego que ha convertido al mundo en un lugar peligroso, inseguro, violento y en permanente destrucción y reconstrucción, fruto de las guerras que tanto sufrimiento han ocasionado a millones de seres humanos.
Es bastante notorio que las causas radican en la sicología humana, que producto de su ego personal, no ha sido capaz de reconocer en el otro, en su prójimo a un igual, y que en su conjunto constituyen una Unidad dentro de un Universo que los contiene a todos como parte de una Naturaleza común. Es cierto que este tipo de reflexiones eran escasas en la antigüedad, mas propias de los sabios, santos e iluminados que no lograban penetrar con sus pensamientos e ideales a sectores más amplios de la población que permanecía ignorante a estos principios, viviendo una vida más bien instintiva.
Grandes iluminados, fundadores de religiones milenarias concebían a todas las personas como hermanas entre sí, y por tanto propiciaban el amor entre ellos como única forma de salvación y felicidad para todos. Jesús lo dejó plenamente establecido en su primer mandamiento al decir “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, cuyo corolario implícito es que si no lo hacen vivirán en perpetuas guerras, condenados a un sufrimiento eterno.
En vez de aceptar a otros seres humanos como hermanos, el ser humano se dedicó a cosificarlos, a considerarlos casi como a animales, a quienes se podía sacrificar, esclavizar, torturar o matar, ya que desconocían su naturaleza humana, y por tanto, los merecimientos propios de esta condición. Esto era mucho más notorio cuando se encontraban con personas de otros pueblos, a quienes, al contrario de confraternizar, peleaban con ellos para quitarles sus tierras, animales, mujeres, y hasta su vida misma, si se resistían a ser esclavizados.
Esto se vio fortalecido por la casta militar, nefasto ingenio de la humanidad, porque no eran fuerzas defensivas, como erróneamente se podría concebir, sino de ataque ofensivo, como estamentos de conquista, y de dominación. Este tipo de elementos de conquista basados en el belicismo permanente ha sido la tónica de la historia humana, con armamento cada vez más destructivo y demoledor. Y por supuesto, más peligroso.
En la antigüedad las guerras eran episodios espontáneos, dado por el choque entre dos pueblos por el acceso a los recursos necesarios para una mejor supervivencia. No era algo planificado estratégicamente. Luego con el desarrollo de ejércitos de combate comenzó la planificación de las conquistas, con una maquinaria bélica muy rudimentaria en un comienzo, pero que cada vez se iba perfeccionando y agregando mejoras en su poder ofensivo. Y desde entonces han pasado milenios, los ejércitos han crecido enormemente, la industria armamentística se ha ido desarrollando a la par dentro del ámbito militar, y hemos llegado hace ya casi un siglo a tener armas capaces de destruir el planeta, con la seguridad de una destrucción mutua asegurada, como dicen ellos.
Lo peor es que la industria armamentística se desarrolló como cualquier otra en los países desarrollados, y ya no sólo las fabricaban para uso propio, sino para venderlas a quien quisiera comprarlas, usando como estrategia de
marketing la inseguridad entre vecinos, o entre bloques internacionales. La publicidad a través de las ferias de armas completa este escenario nefasto que hace gala de las capacidades destructivas de sus armas, compitiendo codo a codo con otros países, asegurando precio, calidad y eficiencia destructiva, como si se tratara de medicamentos para curar enfermedades. El completo desquicio humano.
Lamentablemente hoy en pleno siglo XXI parece estarse reeditando algo que creíamos relegado a los libros. Guerras de conquista de territorios basadas en argumentos falaces como motivos históricos, y hasta religiosos, para
ocultar el verdadero objetivo, que no es otro que ampliar su territorio físico, o su poderío geoestratégico, con un claro sesgo imperialista que ya les es muy difícil ocultar. Vemos reeditadas figuras históricas como Alejandro Magno,
Genghis Khan, Hernán Cortés, Iván el terrible, o más recientemente Adolfo Hitler.
Y hasta parecen reencarnaciones de estos mismos sujetos. La historia vuelve a repetirse dicen los historiadores, salvo que ahora sí podemos aniquilarnos todos como especie.
La tecnología ha avanzado mucho, la ciencia también, estamos en la era de la inteligencia artificial, entelequia que también puede destruirnos, sin embargo, lo que no ha evolucionado significativamente es la sicología humana, base de su comportamiento. Seguimos siendo tan inteligentes, pero tan estúpidos como siempre. Incapaces de evolucionar en sabiduría. Con el mismo egoísmo destructivo de hace siglos. Los gobernantes del mundo dominante se lucen con estupendos trajes en elegantes auditorios, con una oratoria excelente, que hasta parecen buenas personas, educadas y cultas, pero con una sabiduría que deja mucho que desear. Sólo son lobos con piel de oveja. Fantoches de menudo linaje.
Las Marchas Mundiales por la Paz y la No-Violencia han puesto de manifiesto la necesidad imperiosa de evolucionar desde esta cultura violenta, basada en la apropiación egoica de todos los recursos naturales, a sangre y fuego muchas veces, hacia una cultura no violenta basada en el desarrollo conjunto de todos los actores estatales, en la cual no se compita por los recursos naturales, sino se invierta en desarrollar lo que cada país pueda aportar a los intereses comunes de la humanidad, y compartir en forma equitativa estos recursos, para que el crecimiento pueda ser más parejo, más justo, y pueda beneficiar a todos los consumidores del planeta.
Esto que suena idílico, no es otra cosa que la última carta que la comunidad internacional tiene que jugar, ya que la cultura tradicional basada en la competencia, en el ubicarse geoestratégicamente lo mejor posible, en aras de que
dichos recursos queden siempre a su alcance, conduce inevitablemente al conflicto, al enfrentamiento y a la guerra, como ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, con la diferencia que ahora los recursos están cada vez
más escasos, el cambio climático hace difícil ocupar los recursos energéticos fósiles, y existe armamento nuclear que puede terminar con las distintas especies, incluida la humana.
Los nacionalismos, que no son otra cosa que el egoísmo llevado a nivel país, y a veces a una alianza de países, esta conduciendo a la formación de bloques antagónicos que no auguran nada positivo, sino a un enfrentamiento apocalíptico en el corto o mediano plazo. La vía de desarrollo multilateral en cambio propiciada por los BRICS, puede abrir una salida hacia adelante, en la cual todos los países puedan tener mejores oportunidades, puedan elegir libremente su régimen político y económico, con el debido respeto a los derechos humanos de sus ciudadanos.
La Tercera Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia recorre el mundo alzando la bandera de la no-violenca como su legítimo estandarte, como tabla de salvación para una humanidad harta de guerra, de destrucción, y de genocidio, que sólo quiere vivir en paz, ajeno a los intereses subalternos de gobernantes ebrios de poder que no se detienen ante nada, capaces de destruir todo antes de perderlo. Ya se les está agotando su tiempo, nuevas voces se están alzando para abrir paso a una humanidad no-violenta e inaugurando una nueva cultura que terminará con la locura a que los ha conducido al odio engendrado por el egoísmo, que le impide reconocer a su prójimo como su igual, y que por tanto le impide quererlo.
Terminará la era de Kali yuga, una época gobernada por poderes satánicos, para dar paso a la era de Acuario, en la cual la humanidad, luego de una transición ojalá no muy larga, verá la luz al final del túnel para renacer a una nueva realidad, a una Nación Humana Universal propiciada por esta Tercera Marcha Mundial, poblada por personas libres, iguales y hermanas.
No hay camino para la Paz, la Paz es el camino.