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Microrrelatos

Eleanor Roosevelt: Algo más que «Primera dama»1962

Eleanor Roosevelt: Algo más que «Primera dama»1962

En 2014 se publicó un libro extraordinario de la profesora de la Universidad de Valencia, Aurora Bosch, titulado Miedo a la democracia[1], un título que bien se puede asociar a los tiempos que vivimos. Pero no voy a tratar del libro (en particular), sino de uno de los personajes que aparecen y que tienen mucho que ver con España. Como indicamos en el título, el personaje es Eleanor Roosevelt, esposa del que fue presidente de los EE. UU. Franklin D. Roosevelt. Fue mucho más que una «primera dama», apenas ejerció ese papel de «mujer-florero» (con perdón de la expresión) con el que, sobre todo en estos últimos años de política en aquel país, nos viene a la memoria, por citar sólo un ejemplo bastante significativo. Harry S. Truman, vicepresidente con su marido, y posterior presidente tras la muerte de éste, la llamó «Primera Dama del Mundo» por sus avances en materia de derechos humanos.

La dama en cuestión se llamaba Anna Eleanor Roosevelt Hall y había nacido en Nueva York en 1884 en el seno de una de las familias más prestigiosas del país ―los Roosevelt, originarios de los Paises Bajos, se instalaron en el siglo XVII―[2]. Su infancia, a pesar de la posición más que holgada, no fue nada feliz. Se quedó huérfana a los 10 años tras la muerte de sus padres (habían muerto muy jóvenes, con 34 y 29 años) y también uno de sus hermanos. En resumen, una pobre niña rica. A los quince años la familia la envió a Londres, donde asistió a la Academia Allenwood, dirigida por la educadora feminista francesa Marie Souvestre (1830-1905)[3], quien ejerció una gran influencia en su formación personal e intelectual posterior. Su relación y amistad duró hasta la muerte de su maestra en 1905, el mismo año en el que, tras regresar a los Estados Unidos, se casó con un pariente lejano: Franklin D. Roosevelt. Tampoco la vida de casada parece que fue un jardín de rosas y sus biógrafos coinciden en que no conectaba con una suegra autoritaria, a lo que se sumaría los adulterios del marido. Todo ello la sumió en una profunda depresión si bien, como un Ave Fénix, renaciendo de sus propias cenizas, inició una verdadera vida, con «habitación propia» incluida.

Por otro lado, si bien el matrimonio, como tal, estaba roto[4], la pareja no rompió la relación, y cuando el marido sufrió una enfermedad en 1921 que lo condenó a una silla de ruedas, ella convenció al entonces senador que siguiera con su carrera política, por cierto, en contra de lo que opinaba su suegra. Comenzó entonces para ella el activismo político, en vivo y en directo, dando discursos durante la campaña que condujo al marido al despacho de gobernador de Nueva York en 1928. Durante los terribles años posteriores a la gran crisis de 1929 (conocida como el crack o la Gran Depresión), imparable, viajó por todo el país promoviendo la reforma económica, el «New Deal»[5], que había puesto en marcha el que sería presidente en 1932 tras derrotar a su oponente republicano Herbert C. Hoover. Durante el largo mandato de su marido (1932-1945) esta intrépida dama no dudó en visitar los barrios más miserables, convirtiéndose en una especie de defensora del pueblo, incluso bajó a las minas. También inició actividades con la «Women’s Trade Union League», recaudando fondos en apoyo de los objetivos del sindicato: una semana laboral de cuarenta y ocho horas, salario mínimo y la abolición del trabajo infantil.

Al comienzo de la Segunda Guerra mundial se le disuadió cuando intentó unirse a Cruz Roja para visitar los frentes de guerra, así que se volcó para conseguir la inmigración de niños europeos, víctimas del conflicto. Como activista política viajaría a Inglaterra y al Pacífico Sur para alentar a los soldados combatientes, dando al papel de primera dama otros contenidos significativamente distintos al rol protocolario que las distintas primeras damas que le habían precedido. No defendió esta ruptura de roles sólo en su nombre, sino que apoyó vivamente el que mujeres (blancas y negras) salieran del ámbito privado para coopera en el esfuerzo de guerra, abogando para que las mujeres pudieran trabajar en las fábricas, convirtiéndose esto en una práctica generalizada. Su postura antirracista la manifestó en un sinfín de ocasiones, como el recital que organizó en 1939 para la cantante negra Marian Anderson (rechazada por el Constitution Hall de Washington), al que asistieron 70.000 espectadores y transmitido por radio a todo el país[6].

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), durante el segundo mandato de su marido, apoyó abiertamente al Gobierno republicano. La escritora y corresponsal de guerra Martha Hellhorm[7], amiga suya, la mantenía muy informada de la realidad que estaba viviendo en España. En una de sus cartas, fechada en Barcelona en 1938, le escribe: «Este país es demasiado bello como para que los fascistas lo hagan suyo… ¡hay que salvar España para la gente decente, es demasiado hermosa como para desperdiciarla!». También la malagueña Isabel Oyarzábal, en calidad de embajadora, se entrevistó con Eleanor. En sus memorias, Oyarzábal recuerda su gira por varios países americanos: de cómo en Canadá le boicotearon los católicos canadienses varios actos y también como el Madison Square Garden de Nueva York se llenó con varias decenas de miles de ciudadanos que apoyaban a la República.

La antipatía de Eleanor por las dictaduras se prolongó tras la victoria franquista, y hasta el fin de la Segunda Guerra mundial, oponiéndose a la normalización de relaciones con Franco. Por cierto, el presidente Roosevelt, finalizada la guerra de España, ya a toro pasado, afirmó que su política de no intervención había sido «un error». Su embajador en nuestro país, el también demócrata Claude Bowers (1878-1978)[8], admirador de Azaña, desde 1935 avisaba sobre la actitud golpista del ejército. Dimitió en marzo de 1939 por no estar de acuerdo con la política de su país respecto a España.

Durante los 12 años que duró la presidencia del marido, hay una coincidencia generalizada de que fue sus ojos y sus oídos y, tras su muerte, se opuso a la «caza de brujas» del macarthysmo, abogó por la integración racial, lo que la convirtió en objetivo del director del FBI, J. Edgar Hoover que la consideraba un «peón» de los comunistas, por lo que mantuvo un gran archivo sobre ella, uno de los más extensos de la historia del FBI sobre una persona.

En su faceta como escritora publicó 17 libros, entre ensayos y memorias, además de un centenar de libros infantiles, libros de cocina, de etiqueta y costumbres. También intervino en programas de radio y durante 30 años escribió en prensa una columna diaria titulada «My day». Otra de sus muchas actividades la desempeñó en las Naciones Unidas (1945-1952), como delegada de EE.UU. siendo la principal impulsora de la Declaración Universal de Derechos Humanos hace 60 años. Eleanor Roosevelt ha sido el modelo de la demócrata Hillary Clinton, quien ha confesado mantener con ella «conversaciones imaginarias». Hasta la elección de su marido como presidente, en los años de gobernador, estuvo dando clases en Todhunter School for Girls, una escuela de señoritas que también ofrecía cursos de preparación universitaria en Nueva York.

Esta controvertida «primera dama», que también fue madre de 6 hijos, se mantuvo políticamente activa durante 17 años tras quedar viuda. Presidió la Comisión Presidencial sobre el Estatus de la Mujer de la administración de John F. Kennedy. En el momento de su muerte, era considerada como «una de las mujeres más estimadas del mundo», según el obituario de The New York Times. En 1961 la editorial Harper and Brothers publicó su autobiografía: The autobiography of Eleanor Roosevelt, y en 1968 la Organización de las Naciones Unidas le otorgó póstumamente uno de sus primeros Premios de Derechos Humanos en reconocimiento a su labor.

EL ATENEO LIBRE DE BENALMADENA

“benaltertulias.blogspot.com”

 

[1] Por este trabajo, la Organización de Historiadores Americanos fue premiada por ser la autora del mejor libro de historia estadounidense publicado en lengua extranjera. El libro trata sobre la relación de Estados Unidos ante la Segunda República y la guerra civil española (editorial Crítica).

[2] Los Roosevelt dieron a los Estados Unidos dos presidentes, Theodore Roosevelt (1901-1909), y su primo quinto Franklin D. Roosevelt (1933-1945). Eleanor Roosevelt fue mujer de Franklin y nieta de Theodore.

[3] Además de Allenwood había fundado el internado para niñas: Les Ruches en Fontainebleau, Francia.

[4] Sus biógrafos suelen coincidir que a partir de entonces su matrimonio se convertiría en una «asociación política».

[5] Nombre dado por Roosevelt a su política intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos.

[6] La cantante dio un concierto en Madrid, en abril de 1936, al que asistió Federico García Lorca, que quedó «embelesado con su arte».

[7] Escritora y reportera, considerada como un de las mejores reporteras de guerra. Estuvo casada con Ernest Hemingway, también testigo de nuestra G.C., quien le dedicó su novela Por quien doblas las campanas.

[8] También escritor, publicó en 195 un libro titulado Mi misión en España.

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