Esta técnica, que está siendo empleada ya con éxito en el sur de Francia, imita las emisiones de CO2 que hacen las personas para atraer a los mosquitos
El Área de Sostenibilidad Medioambiental hará una prueba piloto de trampas contra la presencia de mosquitos en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce. Estos dispositivos, que está siendo empleados con éxito en el Parque Natural de la Camarga en Francia, se instalarán de forma inicial en el entorno de los centros deportivos y educativos
de la zona: el colegio Julio Caro Baroja, Inacua, el centro municipal de Raqueta, el estadio de atletismo o el campo de fútbol de Guadalmar. Será necesario analizar si el uso de las trampas mantiene su eficacia, al presentar la zona del Guadalhorce unas condiciones geográficas diferentes a las de La Camarga. En el caso de que los resultados sean positivos, se estudiaría su su implantación en otras zonas de la ciudad.
Responsables de la empresa Qista, que aplica esta técnica en el Parque Natural de la Camarga, han visitado, junto con el director del Área de Sostenibilidad Medioambiental, Luis Medina-Montoya, y técnicos de Athisa, entidad adjudicataria del control de plagas en Málaga, el entorno de la desembocadura para conocer in situ las características de la zona y trazar la implantación de las trampas. Estos mecanismos están diseñados para emitir
señuelos olorosos y C02, imitando el producido por las personas en su respiración.
Al detectarlo, el mosquito se acerca y pica creyendo que se trata de una persona. En su lugar, es absorbido hasta un depósito del que no puede salir. El radio de acción de la trampa abarca los 60 metros y no tiene ningún efecto perjudicial para las personas.
Aunque el principal tipo de mosquito que causa molestias en el entorno del Guadalhorce es el llamado mosquito de las marismas, Aedes Caspius, las trampas atraen a ejemplares de otras especies.