Historia de la Naturopatía: Piedras que curan…la amatista

Por Adela Carrasco:

Tenemos que remontarnos hasta el siglo XII para descubrir a una mujer singular, pionera en su época y que fue capaz de legarnos conocimientos que hoy en día no dejan de sorprendernos. Hablamos de Sta. Hildegarda de Bingen, patrona de la Naturopatía y hoy os transmitimos su experiencia sobre la amatista. Es tan fácil como comprobarlo, conseguir una amatista es muy sencillo hoy en día, solo tienes que pasar por un mercadillo callejero y seguro que encuentras una. Os dejamos el apunte para vuestro disfrute:

La amatista es un cuarzo cristalino transparente y de color violeta; es la gema más estimada de la familia del cuarzo, sus inclusiones de manganeso y de hierro son las que le dan color.

Sta. Hildegarda propone dos tipos de aplicaciones:

  • Manchas en la cara (para la lozanía del rostro)

  • Bultos (nódulos, hematomas, ganglios, lobanillos, quistes e hinchazones)

Hildegarda da dos modos distintos de aplicar la amatista para limpiar de manchas y dar lozanía a la piel de la cara. El más sencillo es mojar una amatista con la saliva propia, y hacerse rayas con ella en las manchas de la cara.

El segundo es preparar «agua de amatista» poniendo agua al fuego y sosteniendo la piedra encima con uno de esos coladores que se utilizan para el té. Se trata de «que la piedra sude», es decir, que se formen gotas de agua en las caras de la amatista y vuelvan a caer al agua para que se mezclen con ella. Entonces se pone la piedra en el agua y se lava la cara con ella. Si se hace a menudo, la cara tendrá la piel suave y tomará buen color.

Hildegarda recomienda que quien tenga una hinchazón reciente en cualquier parte del cuerpo, moje la amatista con su saliva y la toque con ella, con lo que disminuirá y se desvanecerá. El Dr. Strehlow informa de los siguientes casos clínicos:

«Me salieron en la cara manchas del tamaño de un céntimo, que mi médico diagnosticó que eran basaliomas benignos. No quise operarme, y en cambio empecé todos los días a untarme las manchas con amatista mojada en saliva y a darme un masaje de pomada de violeta. Al cabo de dos semanas todas las manchas habían desaparecido por sí solas y ya no necesité que me operaran».*

Juzga por ti mismo pero de cualquier forma acércate a tu naturaleza.

*Fuente: El libro de las Piedras que Curan, Hildegarda de Bingen

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