Enfoque existencial de la renta básica universal (RBU)
#ImaginaunaRBUI
Las personas nacemos en un mundo y en un tiempo que no hemos elegido. Y nos encontramos inmersas en una sociedad ya construida, con un montón de reglas y formas de pensar, sentir y comportarse que se nos imponen.
Desde nuestra más tierna edad, se nos dice que no siempre podemos obtener lo que queremos, que hay normas que debemos acatar y obligaciones que no nos queda más remedio que asumir. A medida que vamos creciendo, estas normas y obligaciones son cada vez más numerosas y pesadas. Cuando pasamos de la adolescencia a la juventud, nuestros mayores nos dicen que tenemos muchos pájaros en la cabeza y que debemos orientarnos en otra dirección, hacer una carrera o un módulo profesional que nos permita encontrar
trabajo, o directamente buscar un buen empleo. El empleo ya empieza a orientar y a configurar nuestra vida.
Cuando acabamos nuestros estudios, inmediatamente nos ponemos a buscar trabajo. Si encontramos algo que nos sirve, pronto el empleo nos pasa a ocupar mucho espacio mental. Si tenemos suerte y el trabajo nos deja tiempo libre, podremos realizar alguna actividad que nos plazca. En cualquier caso, la posibilidad de llevar adelante nuestros proyectos personales se limitará a los fines de semana, el mes de vacaciones y algún día de fiesta, quizás también las tardes, si nuestro puesto nos lo permite. Pero nuestra capacidad de hacer planes a futuro estará completamente mediatizada por nuestra ocupación laboral.
Como nuestra necesidad de obtener ingresos mensuales es imperiosa y está por encima de cualquier otra (en todos los casos, pero aún más si hemos formado una familia), no encontramos tiempo para la realización de nuestros planes más queridos y los vamos posponiendo. Y si nuestras circunstancias no mejoran, puede que este cumplimiento de nuestros sueños lo ubiquemos en un momento muy lejano, del que dudamos mucho, o que nunca lleguemos a abocarnos realmente a esos proyectos. Esto nos provoca insatisfacción, la sensación de que nos falta algo importante.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el empleo consume la mayor parte de nuestro tiempo y energía vitales. Y si somos mujeres trabajadoras, además debemos añadir el tiempo que debemos dedicarle a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. Y estamos hablando de lo que ocurre en los países “desarrollados”, que son apenas un cuarto del mundo. En las otras tres cuartas partes, la gente gasta el 90 ó 95% de su tiempo y energía vitales en lograr sobrevivir, ya que en escasísimos momentos se puede plantear un poco de tiempo libre para pensar en lo que hacer con su vida.
Pero quién o quiénes son responsables de este estado de cosas? Naturalmente, el poder económico vigente. Su búsqueda incesante de beneficio material necesita de nuestro tiempo vital, que enajena y convierte en un objeto de compraventa, robándonos nuestro futuro. Las exigencias del mercado neoliberal cercenan ese intrínseco impulso humano de proyectar su futuro. Sólo podemos continuar viviendo y, quizás, disfrutando de un poco
tiempo libre, si subordinamos completamente nuestro porvenir a las imposiciones del mundo laboral.
Es urgente, pues, recuperar el control de nuestro tiempo. Una medida como la RBU ayudaría mucho a ello, porque, al proporcionarnos un colchón de subsistencia seguro, nos liberaría de muchos temores, incertidumbres y ansiedades y nos permitiría disponer de cierto tiempo y energía libres para plantearnos el propósito de nuestra vida y nuestra vocación. Hoy es esencial trabajar sin descanso para introducir este concepto en la gente, particularmente en la joven, consiguiendo que todo ser humano sienta que la riqueza de
nuestro mundo es obra de todas las personas y que tenemos el derecho a disfrutar de ella por igual.
El tiempo debe ser humanizado, debe servir para que la gente sea más libre y feliz. Si no luchamos por ello, acabaremos siendo esclavos de los deseos de una élite absolutamente inmoral.
