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miércoles, mayo 28, 2025

Reseña literaria Las canciones tristes ya no hablan de mí, de Clàudia Costas Güell, publicada por Ediciones B

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Clàudia Costas Güell nos entrega en Las canciones tristes ya no hablan de mí una novela íntima, cargada de emociones y marcada por un tono confesional que conecta de inmediato con cualquier lector que haya sentido alguna vez que la vida ha perdido su rumbo. Ambientada en el Camino de Santiago, la obra se convierte en una metáfora perfecta de la búsqueda personal, donde cada paso físico también es un avance emocional hacia la reconstrucción del yo.

La protagonista, Joana, es una mujer en plena treintena que ha tocado fondo. Sin trabajo, sin pareja y sin hogar, se lanza a la ruta jacobea con una mochila vieja y sin saber exactamente qué busca. Esta decisión improvisada, impulsada más por la desesperación que por el deseo, será el punto de partida de un viaje que cambiará su vida. El Camino se transforma en un escenario de redención, donde el movimiento constante se convierte en la única forma de escapar del estancamiento vital.

Uno de los grandes aciertos de Costas es el retrato honesto y sin adornos de una mujer rota. Joana no es heroica, ni valiente en el sentido convencional. Es humana, vulnerable y profundamente real. La autora no teme mostrar la crudeza del dolor ni los pensamientos más oscuros, y esa transparencia logra que el lector se identifique con su protagonista desde las primeras páginas.

A lo largo del viaje, Joana no está sola. Personajes como Michael, Kalet, Kate y Nick se cruzan en su camino, y cada uno aporta una pieza al rompecabezas de su recuperación. Son vínculos espontáneos, construidos desde la vulnerabilidad compartida, que dan forma a una comunidad efímera pero transformadora. En ese sentido, la novela también celebra la amistad inesperada y la generosidad de los desconocidos.

La narrativa es ágil y emocionalmente cargada. Costas combina frases punzantes con diálogos auténticos, sin caer en lo cursi ni en lo pretencioso. Hay una verdad en cada página, una sensación de que la autora ha recorrido no solo los kilómetros del Camino, sino también los de la experiencia emocional que describe. Es un texto que respira sinceridad.

Otro de los aspectos destacables es el modo en que la autora describe el Camino de Santiago, no tanto desde un punto de vista turístico, sino como espacio simbólico. Las flechas amarillas, los albergues, los paisajes cambiantes… Todo se convierte en parte de un lenguaje narrativo que acompaña la evolución de Joana. El entorno no es solo decorado, es protagonista.

El título, Las canciones tristes ya no hablan de mí, resume perfectamente la trayectoria emocional de Joana. Lo que empieza con una carga melancólica va aligerándose a medida que la protagonista se reconcilia con su pasado y su presente. El antidepresivo en la mochila es el símbolo de una Joana que parte desde la oscuridad, pero que en cada etapa se permite un poco más de luz.

Clàudia Costas escribe con una madurez emocional que sorprende para una segunda novela. Tras su debut en catalán con El primer cop de moltes coses, demuestra aquí que tiene una voz propia, capaz de combinar temas universales con una mirada profundamente personal. Su experiencia como coach actoral probablemente influye en su capacidad para dotar a los personajes de una gran expresividad emocional.

Esta novela no solo habla del dolor o de la pérdida. También habla del amor, la amistad, la libertad y la posibilidad de empezar de nuevo. Es una historia que muchos lectores —especialmente quienes se han sentido perdidos o rotos alguna vez— reconocerán como propia. Porque todos, en algún momento, hemos necesitado seguir una flecha amarilla para encontrar el camino de regreso a nosotros mismos.

En definitiva, Las canciones tristes ya no hablan de mí es una novela que emociona sin necesidad de grandes artificios. Es honesta, cercana y poderosa. Un canto a la resiliencia y a los pequeños milagros del camino, esos que ocurren cuando uno se atreve a avanzar sin saber exactamente hacia dónde va.

 

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