Un calentamiento del Atlántico causó la Pequeña Edad de Hielo de los siglos XV a XIX

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El calentamiento de la superficie del Atlántico Norte ocasionó la Pequeña Edad de Hielo entre los siglos XV a XIX, uno de los periodos más fríos de los últimos 10.000 años que coincidió con malas cosechas, hambrunas y pandemias en toda Europa, lo que resultó en miseria y muerte para millones de personas.

Así lo explica un equipo de investigadores en un estudio dirigido por la Universidad de Massachusetts Amherst (Estados Unidos) y publicado este miércoles en la revista ‘Science Advances’. Los científicos responden a una pregunta recurrente en climatología histórica, historia ambiental y ciencias de la Tierra: ¿Qué causó la Pequeña Edad de Hielo, que se prolongó desde principios del siglo XV hasta mediados del siglo XIX? La respuesta es paradójica: un calentamiento.

La Pequeña Edad de Hielo resultó ser un periodo de enfriamiento particularmente pronunciado en la región del Atlántico Norte. Esa época, cuya línea de tiempo precisa aún debaten los estudiosos, aunque parece haberse establecido hace unos 600 años, se enmarcó en un duro estado climático cuyo origen no había sido concluyente.

El nuevo estudio apunta que, sorprendentemente, el enfriamiento pudo haber sido provocado por un episodio inusualmente cálido.

Francois Lapointe, investigador posdoctoral y profesor de geociencias en la Universidad de Massachusetts Armherst, y Raymond Bradley, profesor de geociencias en ese centro universitario, reconstruyeron cuidadosamente las temperaturas en la superficie del Atlántico Norte durante los últimos 3.000 años y hallaron un cambio repentino de condiciones muy cálidas a finales del siglo XIV a condiciones frías sin precedentes a comienzos del XV, apenas 20 años después.

Registros marinos

Gracias a registros marinos detallados, Lapointe y Bradley descubrieron una transferencia anormalmente fuerte de agua caliente hacia el norte a finales del siglo XIV que alcanzó su punto máximo alrededor del año 1380. En consecuencia, las aguas al sur de Groenlandia y los mares nórdicos se volvieron mucho más cálidas de lo habitual. “Nadie ha reconocido esto antes”, señala Lapointe.

Normalmente, hay una transferencia de agua caliente de los trópicos al Ártico, un proceso conocido como corriente del Golfo o Circulación de Vuelco Meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés). Se trata de una corriente oceánica que surge en el Golfo de México y actúa como una ‘cinta transportadora’ que lleva las aguas cálidas superficiales desde el ecuador hacia el norte y las frías profundas y de baja salinidad hacia el sur.

Por lo general, el agua cálida de los trópicos fluye hacia el norte a lo largo de la costa del norte de Europa. Cuando alcanza latitudes más altas y se encuentra con aguas árticas más frías, pierde calor y se vuelve más densa, lo que hace que el agua se hunda en el fondo del océano. Esta formación de aguas profundas luego fluye hacia el sur a lo largo de la costa de América del Norte y continúa circulando por todo el mundo.

Pero a finales del siglo XIV, esta corriente se fortaleció significativamente, lo que significó que mucha más agua caliente de lo habitual se movía hacia el norte, lo que, a su vez, causaba una rápida pérdida de hielo ártico.

En el transcurso de unas pocas décadas entre finales del siglo XIV y comienzos del XV, grandes cantidades de hielo fueron arrojadas al Atlántico Norte, lo que no sólo enfrió las aguas de esa zona, sino que también diluyó su salinidad, causando en última instancia el colapso de la AMOC y desencadenando así un enfriamiento sustancial.

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