¡Vamos a nadar a contracorriente!

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Un día una de mis amigas me sorprendió cuando me dijo que tenía la intención de dejar de usar palabras como gracias, por favor, o incluso dejar de pedir disculpas. Me explicó su decisión de dejar de usar esas palabras que apenas se utilizan entre la sociedad y que quería ser como todos los demás, sin tener la necesidad de estar en desacuerdo. Lo que me dijo no solo me sorprendió, sino que también me hizo reflexionar. Lo de mi amiga es lo que hace la mayoría de los miembros de la sociedad, pero sin declararlo, y quizás también, de manera subconsciente, todos quieren ir con su rebaño, sin importar lo que esté bien o mal, lo que importa es mantenerse al día con la manada.

La pregunta aquí es ¿qué pasa si la manada va en la dirección equivocada? De hecho, esta es la situación con respecto al ejemplo que mencioné. Si la manada va cuesta abajo, entonces simplemente caminaremos en sus estribos para apoyar su descenso y su rumbo al abismo.

Si contemplamos lo que hicieron los profetas, filósofos y pensadores, encontraremos que todo lo que hicieron fue oponerse a la manada e ir a contracorriente.Todos ellos fueron de hecho sometidos a opresión, persecución y muchos fueron asesinados o amenazados de muerte sin obviar que la victoria final fue para ellos. Un claro ejemplo, de lo que cuento, fue el triste final de Cristo y la victoria, siglos después del cristianismo, al igual lo que hicieron con muchos filósofos griegos en su tiempo y lo valorados que son hoy en día.

Nadar a contracorriente no es una idea idealista e imaginaria, pero es una necesidad y una realidad. Aceptar malas acciones, que nos rodean es la razón más importante de su existencia y continuidad. Cuando uno de la manada sale a nadar a contracorriente, otro lo sigue y otro, y al final, ¿qué pasa? Sucede que la dirección de la corriente cambia, así son las cosas.

En el marco de mi proyecto cultural relacionado con la construcción de puentes de cooperación y amor entre diferentes culturas, encuentro que las consecuencias más difíciles que nos enfrentamos son las relacionadas con las ideas preconcebidas defendidas por los miembros del rebaño y es difícil oponerse a ellas o incluso discutirlos desde otra perspectiva.

Ideas, por ejemplo, como que los árabes son todos machistas, o que el terrorismo y el islam son la misma cara de la moneda, o que las mujeres árabes siempre son sumisas y derrotadas, son ideas arraigadas que se imponen a las ideas que exigen no generalizar y mirar las cosas de manera integral. Por otro lado, encuentras ideas que no ven en Occidente más que un símbolo de la disolución y la conspiración para destruir el Oriente religioso conservador. Ideas aceptadas por muchos porque son simplemente las ideas de la manada, y por lo tanto estas ideas permanecen y no cambian.

Si queremos saber la solución, es simplemente nadar a contracorriente. Así que nademos a contracorriente, porque esto es, sin duda, la base de nuestra sobrevivencia.

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