¿Sabía usted que una de cada cuatro personas atendidas por una biblioteca pública, lo es a través del servicio de bibliobús? Pues sí, este servicio atiende a once millones de lectores, concretamente al 25% de usuarios de bibliotecas.
Por desgracia, la flota actual de bibliotecas sobre ruedas no es particularmente nutrida. Según el directorio web de bibliotecas españolas del Ministerio de Cultura, su montante es de apenas setenta y cinco, lo que obliga a espaciar la visitas del bibliobús a tres semanas, cuando lo indicado es una periodicidad quincenal o semanal. Una pena, la verdad, porque el bibliobús no es siquiera un recurso caro. De hecho, supone un ahorro presupuestario notable, ya que suple el coste de bibliotecas fijas que los municipios con menos de 3000 habitantes -exentos por ley de la obligación de tener biblioteca- no pueden permitirse sostener. Eso sí, el fondo del bibliobús precisa de una reposición más frecuente de ejemplares, pues sufren mayor desgaste debido al transporte.
El 28 de Enero celebramos el Día Nacional del Bibliobús.
El lema de 2021 es ‘Más comprometidos que nunca’. ¿Más?, pregunto estupefacta y ojiplática. Si algo caracteriza al personal del bibliobús es la motivación y la vinculación responsable, efectiva y afectiva con la tarea. Son profesionales enamorados de su oficio, con ilusión sin límites y recursos bien gestionados, pero escasos. Se saben y sienten útiles en su condición de mensajeros (significado original de ‘ángel’, del griego αγγελοι), de portadores de logos, de cultura y contenido a lugares recónditos de España, donde se les espera y se les quiere por su amabilidad y dedicación.
La relación que los lectores establecen con el personal de las bibliotecas móviles es más cercana que con el de las bibliotecas permanentes. Son lazos que -sin llegar a la amistad- rebasan la cordialidad propia de “conocidos” y, por supuesto, la mera relación usuario-provisor. Muchos usuarios del bibliobús son personas mayores que atenúan su soledad con libros y revistas. También niños y niñas, para quienes la llegada del bibliobús a la plaza del pueblo o al cole, supone siempre una alegría. Las bibliotecas móviles cooperan con las actividades curriculares de los centros escolares y también les ofrecen actividades extras (cuentacuentos, teatro infantil y juvenil).
Paralelamente, atienden las necesidades de lectura de asociaciones culturales y vecinales, centros de menores y residencias de ancianos. Más allá del servicio de préstamo, organizan concursos, talleres, encuentros con autores y clubs de lectura que reúnen a los vecinos en torno a los libros. Mantienen contacto ininterrumpido con los usuarios mediante redes sociales (Facebook, principalmente) por la comunicación bidireccional que posibilitan. En ellas, estos y su entorno asumen un rol protagónico con la difusión de informaciones de la zona. Aunque el bibliobús constituye un vector activo de dinamización sociocultural, su utilidad para frenar la despoblación continúa infradimensionada. Por eso, ante el lema Más comprometidos que nunca, planteo que la pelota no se halla en el tejado del bibliobús, sino en la de los poderes públicos que deberían mimarlo ¿Entiende ahora mi estupefacción y mis ojos de lechuza?
Nuestros bibliobuseros –dicho sea con cariño- conocen sobradamente el Bien con mayúscula, que la lectura brinda al género humano, que -por su condición de humano- “no solo vive de pan”.