La cultura es un derecho. 28 de enero: día del bibliobús.

¿Sabía usted que una de cada cuatro personas atendidas por una biblioteca pública, lo es a través del servicio de bibliobús? Pues sí, este servicio atiende a once millones de lectores, concretamente al 25% de usuarios de bibliotecas.

Por desgracia, la flota actual de bibliotecas sobre ruedas no es particularmente nutrida. Según el directorio web de bibliotecas españolas del Ministerio de Cultura, su montante es de apenas setenta y cinco, lo que obliga a espaciar la visitas  del bibliobús a tres semanas, cuando lo indicado es una periodicidad quincenal o semanal. Una pena, la verdad, porque el bibliobús no es siquiera un recurso caro. De hecho, supone un ahorro presupuestario notable, ya que suple el coste de bibliotecas fijas que los municipios con menos de 3000 habitantes -exentos por ley de la obligación de tener biblioteca- no pueden permitirse sostener. Eso sí, el fondo del bibliobús precisa de una reposición más frecuente de ejemplares, pues sufren mayor desgaste debido al transporte.

El 28 de Enero celebramos el Día Nacional del Bibliobús. La celebración es reciente: Solo desde 2015, año en el que la fecha fue aprobada por el Consejo de Cooperación Bibliotecaria, a propuesta de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles (ACLEBIM), que agrupa a esos trabajadores que hoy recorren los pueblos de la España vaciada y los barrios que aún no disponen de ninguna clase de infraestructura bibliotecaria.

El lema de 2021 es ‘Más comprometidos que nunca’. ¿Más?, pregunto estupefacta y ojiplática. Si algo caracteriza al personal del bibliobús es la motivación y la vinculación responsable, efectiva y afectiva con la tarea. Son profesionales enamorados de su oficio, con ilusión sin límites y recursos bien gestionados, pero escasos. Se saben y sienten útiles en su condición de mensajeros (significado original de ‘ángel’, del griego αγγελοι), de portadores de  logos, de cultura y contenido a lugares recónditos de España, donde se les espera y se les quiere por su amabilidad y dedicación.

La relación que los lectores establecen con el personal de las bibliotecas móviles es más cercana que con el de las bibliotecas permanentes. Son lazos que -sin llegar a la amistad- rebasan la cordialidad propia de “conocidos” y, por supuesto, la mera relación usuario-provisor. Muchos usuarios del bibliobús son personas mayores que atenúan su soledad con libros y revistas. También niños y niñas, para quienes la llegada del bibliobús a la plaza del pueblo o al cole, supone siempre una alegría. Las bibliotecas móviles cooperan con las actividades curriculares de los centros escolares y también les ofrecen actividades extras (cuentacuentos, teatro infantil y juvenil).


Paralelamente, atienden las necesidades de lectura de asociaciones culturales y vecinales, centros de menores y residencias de ancianos. Más allá del servicio de préstamo, organizan concursos, talleres, encuentros con autores y clubs de lectura que reúnen a los vecinos en torno a los libros.  Mantienen contacto ininterrumpido con los usuarios mediante redes sociales (Facebook, principalmente) por la comunicación bidireccional que posibilitan. En ellas, estos y su entorno asumen un rol protagónico con la difusión de informaciones de la zona. Aunque el bibliobús constituye un vector activo de dinamización sociocultural, su utilidad para frenar la despoblación continúa infradimensionada. Por eso, ante el lema Más comprometidos que nunca, planteo que la pelota no se halla en el tejado del bibliobús, sino en la de los poderes públicos que deberían mimarlo ¿Entiende ahora mi estupefacción y mis ojos de lechuza?

Nuestros bibliobuseros –dicho sea con cariño- conocen sobradamente el Bien con mayúscula, que la lectura brinda al género humano, que -por su condición de humano- “no solo vive de pan”. La cultura alimenta la mente y el espíritu de las personas y ellos son los encargados de distribuir tan legítimo maná en los lugares más “desiertos” de nuestra geografía, allá donde la densidad poblacional es de todo menos densa. Y si me apura,  todavía lo sería menos, sin la prestación de este servicio (de calidad) que, en ocasiones, es el único que reciben algunos de nuestros conciudadanos de la España vaciada. Importa mucho, pues, potenciarlo, si queremos desacelerar la despoblación y la desaparición del mundo y la vida rurales. La cultura no es un lujo, ni un privilegio; es un derecho consagrado en el artículo 44.1 de la Constitución: Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho, pues  conforme al artículo 14, los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

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