LAS ALTAS MIRAS DE JUNKO TABEI: La mujer que conquistó el techo del mundo

Los espíritus inconformistas saltan por encima de las dificultades y apuntan alto a la hora de fijarse metas. Para dificultades y altura de miras, las de Junko Tabei (1939-2016), la primera mujer en culminar el Everest. Su hito tuvo lugar el 16 de mayo de hace cuarenta y cinco primaveras. Era 1975, año internacional de la mujer, para más señas. El equipo de Tabei lo componían integrantes del Ladies Climbing Club, la asociación femenina de escalada que ella -harta del menosprecio de los colegas masculinos- fundara en 1969 con el lema vamos a una expedición extranjera por nosotras mismas. 

Coronar el techo del mundo es una heroicidad que se transforma en epopeya cuando por ser mujer (para colmo pequeñita y frágil), nadie cree que puedas conseguirlo, ni siquiera que debas intentarlo. La sociedad japonesa del siglo XX imponía una estricta separación de roles de género y el papel de las mujeres consistía en criar hijos y servir te. Esas limitaciones no arredraron jamás a Junko, que era como el hilo de seda… extremadamente fuerte a pesar de su delgado diámetro.

Nacida en el Japón agrícola al inicio de la II Guerra Mundial y crecida en la posguerra de los vencidos, a los diez años supo durante una excursión escolar al monte Nasu (nunca menosprecie el valor de un día de colegio) que no se conformaría con la vida que le tenían preparada, sino que saldría de su pueblo, cursaría educación superior y obtendría un empleo, gracias al cual, ahorraría lo suficiente para escalar las grandes montañas del mundo.

Dicho y hecho: Junko Istibash (apellido de soltera) compaginó las tareas del campo con los estudios hasta conseguir beca en la universidad femenina de Tokio, donde algunas chicas elegantes de ciudad se burlaban de su acento pueblerino de Fukushima. No se amilanó. Poco pueden las risitas cuando una se siente capaz de escalar el cielo. Había trabajado con denuedo para llegar allí y no iba a desandar el camino, así que persistió y se graduó en literatura angloamericana. Consiguió empleo como editora de una revista científica y para sufragarse su afición a la escalada, ella que jamás se rendía, completaba los ingresos enseñando inglés y piano, de suerte que en la primera mitad de los años setenta había pisado la cima de todas las montañas de Japón -unas, junto a su marido (el alpinista Masanobu Tabei) y otras, sin él-. Luego de subir y bajar el Everest (Masanobu se quedó en casa con la hijita de ambos), decidió que haría lo propio con “las siete cumbres”, las montañas más altas de cada continente, y en 1992 se convirtió en la primera mujer en coronarlas. De ese modo, Junko Tabei, la mujer de apenas metro y medio y la voluntad de seda, abrió la puerta a otras alpinistas y demostró sobradamente que la alta montaña no era exclusiva de hombres. A lo largo de su existencia escaló las mayores cimas de 70 países y concretamente, en España, la tuvimos en 2005 ascendiendo al Teide a la edad de sesenta y seis.

Para ella, amar las montañas significaba mucho más que subirlas; implicaba protegerlas. De ahí que en el año 2000, siendo ya sexagenaria, regresara a la universidad para obtener un posgrado en ciencias ambientales. Le angustiaba el impacto ecológico del turismo  alrededor del Everest y el deterioro de las montañas a causa de la basura generada por los humanos. Posteriormente, como directora del Himalayan Head Trust de Japón (organización que trabaja a nivel mundial para preservar los entornos de montaña), dirigió la construcción de un incinerador de la basura (toneladas) de los escaladores.

Aunque en 2012 le fue diagnosticado cáncer, Junko Tabei continuó coronando cumbres. Sus últimos años los dedicó a promover las escaladas de las montañas de Fukushima, una de las zonas de Japón más afectadas por el terremoto y el tsunami de 2011. En Julio de 2016,  ascendió al monte Fuji para despedirse de lo que había sido el hilo conductor de su existencia, y en octubre, transformada en mariposa, alzó su vuelo silente hacia la cumbre definitiva.

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