Hacia un futuro sostenible: el caso de la transformación económica de China

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La región de Asia-Pacífico se encuentra en una encrucijada. El crecimiento tradicional orientado a la exportación, impulsado por la producción manufacturera, se enfrenta a vientos en contra por la lenta demanda externa y las crecientes medidas comerciales proteccionistas.

Las nuevas tecnologías han aumentado la probabilidad de que los trabajos intensivos en mano de obra en la región se automaticen. Mientras tanto, muchos países han sido testigos de la ampliación de las desigualdades de ingresos y oportunidades. El aumento de los riesgos ambientales y los desastres climáticos agregan más cargas a la agenda de desarrollo futuro.

Ahora las preguntas que enfrentan la mayoría de los países en desarrollo en la región son: ¿Pueden lograr la convergencia económica siguiendo el camino de crecimiento tradicional? ¿Cómo pueden equilibrar el crecimiento económico con la inclusión social y la sostenibilidad ambiental?

Este artículo aborda estas preguntas utilizando a China como ejemplo.

El desarrollo económico de China es sobresaliente en términos de ritmo y escala. Durante las últimas cuatro décadas, la economía de China se ha convertido en la más grande de la región, y se ha transformado de una predominantemente agrícola a una potencia industrial, y ahora está cada vez más orientada a los servicios.

Sin embargo, las tensiones de los rápidos cambios estructurales se han vuelto más claras.

Entre ellos destacan la desaceleración del crecimiento de la población y la expansión de la fuerza laboral del país, su desaceleración del crecimiento de la productividad a medida que las tecnologías disponibles se acercan a la frontera tecnológica, las tensiones distributivas resultantes de la creciente desigualdad y las tensiones en la capacidad de carga del entorno natural.

Las simulaciones económicas hasta 2030 sugieren que, en el escenario de negocios habituales (BAU, en inglés), el crecimiento del producto interno bruto (PIB) se mantendría a una tasa de alrededor de seis por ciento a corto plazo, pero experimentaría una fuerte caída en 2030 a medida que disminuye la eficiencia económica.

Al mismo tiempo, las brechas de ingresos urbano-rurales, así como la desigualdad dentro de las áreas urbanas y rurales, seguirían siendo amplias, dejando importantes focos de pobreza.

El consumo de energía y las emisiones de carbono de China continuarían aumentando, sin cumplir con su compromiso con el Acuerdo de París sobre cambio climático (ver el escenario BAU en las figuras A, B y C).

Sin embargo, existe un escenario alternativo en el que China persigue un enfoque holístico de las reformas estructurales que logra caminos de crecimiento de desarrollo innovadores, inclusivos y sostenibles simultáneamente.

Bajo este escenario, el país podría mantener tasas relativamente altas de crecimiento económico, incluso si la demanda externa sigue siendo lenta, la fuerza laboral se contrae y la acumulación de capital se desacelera.

La urbanización acelerada, el aumento de la población de “clase media” y el aumento de las transferencias gubernamentales para optimizar el sistema de protección social podrían reducir las disparidades de ingresos rurales y urbanos.

El consumo total de energía de China y las emisiones de carbono podrían alcanzar su punto máximo en 2025, cinco años antes de la línea de tiempo trazada en el Acuerdo de París, si se implementa un nuevo impuesto al carbono y la energía de los combustibles no fósiles asume una mayor participación de la combinación energética (ver todos los escenarios en la figura A, B y C).

Las políticas y medidas recientes muestran que China está dando más peso a la calidad del crecimiento. Primero, China está llevando a cabo reformas del lado de la oferta, centrándose en la tecnología y la innovación. El país ha establecido objetivos para convertirse en un “líder internacional en innovación” para 2030.

En segundo lugar, se están llevando a cabo acciones para mejorar la inclusión del crecimiento económico. China ha fijado objetivos para eliminar la pobreza absoluta para 2020.

Se han incrementado las transferencias fiscales para mejorar la protección social, mientras que se han desplegado más fondos para infraestructura rural, subsidios agrícolas y préstamos con descuento.

En tercer lugar, China ha tomado medidas serias para frenar la contaminación mientras acelera la transición a la energía limpia. China tiene como objetivo obtener 20 por ciento de su energía de las energías renovables para 2030. A fines de 2017, se lanzó un sistema de comercio de emisiones de carbono en el país.

Estas políticas deben llevarse a cabo de manera integrada para reducir las compensaciones y maximizar las sinergias. En el ejemplo chino, las prioridades políticas sobre tecnología e innovación podrían impulsar el crecimiento del PIB pero podrían empeorar la desigualdad de ingresos, dado el efecto de la tecnología de favorecer el capital sobre el trabajo e impulsar el trabajo calificado sobre el no calificado (escenarios BAU e ING en las figuras A y B).

Las políticas para reducir las emisiones de carbono serían más efectivas si se combinaran con nuevas tecnologías e innovaciones que mejoren la eficiencia de los recursos (SSG y todos los escenarios en la figura C).

Los escenarios sobre las posibles rutas políticas de China hacia un futuro sostenible arrojan algo de luz para otros países en desarrollo. Si bien el crecimiento económico de un país puede inevitablemente disminuir a medida que madura, la calidad del crecimiento diferirá significativamente dependiendo de las elecciones de política realizadas.

Es muy importante y urgente que los formuladores de políticas cambien su mentalidad para priorizar las políticas que apoyan a las personas y al planeta. Este no es un proceso fácil. Se requieren esfuerzos continuos de política para equilibrar el desarrollo entre las dimensiones social, ambiental y económica para garantizar la prosperidad a largo plazo.

 

 

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