Arte para profanos: «La creación de Adán» Michelangelo Buonarotti, 1511

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Sin duda, otro de los grandes iconos de las tiendas chinas.

Así está escrito en el Génesis: ”Y creó Dios al hombre a imagen suya…”

Y así lo hizo Miguel Ángel. Pintó a un Adán bello, esbelto, con un cuerpo atlético, un canon de belleza renacentista. Eso sí, sexualmente no muy bien dotado: más que genitales, le puso la cáscara de una almendra. Aunque quizá hay que darle otro valor a lo conseguido por el autor: atreverse a pintar un desnudo masculino en el corazón del Vaticano y en el siglo XVI. ¡Olé tus (eso de lo que le falta al modelo)!

Y hasta al mismo Dios lo pintó, tal como se diría hoy, como un madurito interesante. Además, parece ser que las facciones divinas se corresponden con las del propio Miguel Ángel. Un poquito endiosado estaba ya, pero con razón. Recién terminado su David, de 4 metros de altura, que ya lucía en Florencia (del que se cuenta la anécdota, verdadera o no, de que cuando a Miguel Ángel le preguntaron sobre cómo había podido hacer aquella obra de arte de un bloque de mármol, el artista respondió que “El cuerpo de David estaba dentro: sólo he quitado lo que sobraba”), el Papa Julio II lo llamó para reparar el techo de la Capilla Sixtina, pintando en ella los 12 apóstoles. Miguel Ángel, en cambio, se propuso realizar un trabajo sin igual y, así, discutió sin descanso con el Papa hasta conseguir su aprobación con un famoso “¡Haz lo que quieras!”.

Y sí que consiguió terminar un trabajo sin parangón. El abovedado techo de la Capilla Sixtina tiene más de 1000 m2. Estuvo de 1508 a 1512 trabajando, dejando para la Historia un montón de escenas del Antiguo Testamento. En 1541 hubo de volver para pintar “El juicio final”, en la pared del altar.

Para quienes habíamos conocido “La creación de Adán” de pequeños y nos la imaginábamos, impresionante, en un lienzo de un Museo, resulta un poco chocante verla en la realidad. Pues, aunque en verdad la obra es bastante grande de por sí (casi 3 metros de ancho por otros casi 6 de largo), en medio del techo de la Capilla Sixtina, no se ve tan impresionante como nos la podíamos imaginar. Menos aún cuando estamos rodeados de chinos, japoneses y de personas de un montón de nacionalidades, todos con el cuello estirado mirando hacia arriba, con ganas de hacer una foto, y con un guardia del Vaticano mandándonos callar todo el rato y prohibiéndonos hacer fotos. Para quien padezca de claustrofobia, sin duda, no es el lugar más recomendado. Hasta casi sientes alivio cuando sales de la Capilla, como si hubieras salido de un atasco. ¡Con lo que hay que ver en los Museos Vaticanos!

¡Y con lo que se ha escrito sobre esta obra!

Lo que más me llama la atención es los estudios que se han dedicado a querer demostrar que la parte de la pintura donde se encuentra la figura de Dios es, en realidad, la representación detallada de un cerebro humano. Los profanos sólo vemos a Dios, a una figura femenina, que se asocia con Eva, y a unos cuantos querubines para adornar la escena. Es lo que tenemos los profanos: que sólo vemos lo que hay. Y es lo que tienen los eruditos: que, sin necesidad de meterse nada, ven lo que no hay. Quizá sean los mismos que te avisan de que los cambios horarios, como el de hace unos días, te predisponen a enfermedades cardiovasculares, cáncer, etc. Uno deja de confiar ya en tanto estudio revelador y, más bien, lo que piensa es sobre la cantidad de formas tan insospechadas de hacer dinero que tiene la mente humana.

En fin, que el dedo del Dios-maduro interesante dando vida al dedo del Adán-atleta guapetón ha dado mucho juego, tanto para el diseño publicitario de compañías de móviles, con el famoso “Connecting people“ de Nokia, como para el diseño cinematográfico, con el famoso dedo del extraterrestre E.T. rozando el dedo del niño, en la carátula de la película de Spielberg. Y, sobre todo, como decíamos al principio, para el diseño de productos baratos de las tiendas chinas…

Michelangelo Buonarotti, o como lo llamamos nosotros, Miguel Ángel, como si fuera familia nuestra, sobrevivió muchos años a estas maravillosas obras del Vaticano. Murió en 1564, a punto de cumplir 89 años, una edad envidiable, y más aún en aquella época.

Fue un genio que destacó tanto en Escultura (él se consideraba, sobre todo, escultor), Arquitectura, Pintura e, incluso, en Poesía. En tanta genialidad sólo se le asemeja Leonardo da Vinci. Además de en la época en que vivieron, también las supuestas homosexualidades, en los dos casos, les hace coincidir más aún. En cambio, en cuanto a carácter, a Miguel Ángel siempre se le ha considerado huraño, mientras que a Leonardo se le ha considerado afable.

Tanta acusación de homosexualidad, falsa o no, también pasa factura a la reputación posterior. Y así, a pesar de ser considerados como los genios italianos más grandes de la Historia, seguro que no han oído, ni oirán nunca, a un italiano eso de decir: yo quiero ser como Leonardo o, yo, como Miguel Ángel.

Y ambos Maestros coincidieron a su vez con Rafael, el otro gran genio del Renacimiento. Sin embargo, a Rafael, a pesar de ser visto como el más dulce de los 3, ningún autor le atribuye ninguna supuesta homosexualidad. Y es que murió joven, a los 37 años,… por agotamiento después de una noche de excesos amatorios (con una mujer, que conste). Como éste sí que querrían ser todos los italianos (y los españoles también).

Paraqué

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