Naciones Unidas: Por más niñas y mujeres científicas

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El papel de la educación en las ciencias está cambiando y no puede subestimarse. Se calcula que el 90 por ciento de los futuros trabajos requerirán una formación en tecnologías de la información y la comunicación, y que las categorías laborales que tienen una creciente oportunidad profesional son las relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

Según recientes estudios, esas categorías crearán 58 millones de puestos de trabajo.

Pero las mujeres y las niñas continúan estando muy poco representadas en las ciencias. Los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) muestran que menos de un tercio de las estudiantes eligen carreras vinculadas a ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas, y que solo un 3% escoge carreras relacionadas con la tecnología de la información y las telecomunicaciones.

La inteligencia artificial se está convirtiendo en una disciplina importante, donde se ha identificado la diversidad como un elemento crucial para asegurar que esté exenta de prejuicios de género. Sin embargo, el Foro Económico Mundial señala que sólo el 22% de los profesionales en esta área son mujeres.

Esta desigualdad en las ciencias se produce por varias razones, desde priorizar este tipo de educación en los niños, a los prejuicios de género y estereotipos, pasando por la brecha digital mundial (la separación que existe entre los países que tienen más acceso a internet y sus servicios y los que menos), que castiga desproporcionadamente a las niñas y las mujeres.
Falta de reconocimiento

La magnitud en que el mundo sigue perdiendo potencial científico femenino se vuelve aún más evidente si nos fijamos en la extraordinaria contribución de las mujeres en los avances científicos y, que a menudo, se pasan por alto.

Valgan como ejemplo Marie Curie, la pionera en computación Ada Lovelace, la científica de la NASA Katherine Johnson y muchas otras más cuyo trabajo continúa pasando desapercibido.

Esta tradición de excelencia científica femenina continúa hoy en día. Por ejemplo, en Sudáfrica, Kiara Nirghin ha desarrollado un polímero superabsorbente único que mantiene cientos de veces su peso en agua cuando se almacena en el suelo.

El descubrimiento fue su respuesta a las peores sequías que sufrió el país en más de 45 años. El polímero es barato, biodegradable y se fabrica en su totalidad con desperdicios. Aumenta la posibilidad de que las plantas mantengan un crecimiento sostenido del 84% durante sequías, y puede aumentar la seguridad alimentaria en un 73% en las áreas afectadas por desastres.

En reconocimiento a su trabajo, Kiara recibió el Gran Premio de la Feria de Ciencias de Google y fue una de las finalistas regionales de la Jóvenes Campeones de la Tierra en 2018 con solo 18 años. Esta competición está auspiciada por la ONU y premia las ideas innovadoras para preservar el medio ambiente.

Khayrath Mohamed Kombo es aún más joven. Con solo 15 años, Khayrath, de Dar-es-Salaam, Tanzania, participó el pasado mes de agosto en el primer Campamento de Codificación en Addis Abeba, Etiopía, junto a más de 80 niñas de 34 países africanos.

Durante el evento se lanzó la iniciativa “African Girls can code” (Las chicas africanas pueden codificar), un programa conjunto de la Comisión de la Unión Africana y la Unión Internacional de Telecomunicaciones.

“Cuando supe la noticia me emocioné porque mi sueño es aprender más y ampliar mis conocimientos”, dijo Khayrath, la única chica del club de informática en su escuela.

Durante los cuatro años de duración del programa, unas 2000 niñas recibirán capacitación como programadoras, creadoras y diseñadoras que servirán como los primeros pasos para iniciar posteriormente su educación en carreras relacionadas con las tecnologías de la información y la codificación.

Otra de las participantes en el campamento, Rebecca Azanaw, pudo compartir sus experiencias y ambiciones este fin de semana con el Secretario General de la ONU, António Guterres, en el marco de la Cumbre de la Unión Africana que se celebra en Addis Abeba, Etiopía.

“Estoy muy orgullosa de haber sido una de las primeras chicas africanas que formó parte del campamento. Fue una oportunidad para empezar a codificar en serio”, dijo.

Tras el campamento, Azanaw ha continuado perfeccionando sus habilidades en el lenguaje de programación Python. Actualmente ha fundado un club de codificación en su escuela, la Andinet International School, en Addis Abeba, y comparte sus nuevas habilidades con otras jóvenes.

“Quiero que otras chicas sepan que pueden conseguirlo. Si quieren, es posible alcanzar sus logros”, añadió.

Con relación a esta iniciativa, Guterres quiso destacar que “si no hay más niñas y mujeres que se unan a estas profesiones, las relaciones de poder del mundo seguirán estando muy dominadas por los hombres”

(Tomado de Noticias ONU)

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