¿ NO ES VERDAD QUE ARDÍA NUESTRO CORAZÓN?

La tristeza es el peligro de los cristianos que han perdido la esperanza cristiana. Esa pérdida les lleva a poner su esperanza en las cosas caducas de este mundo. La esperanza es alegre porque espera algo bueno, ilusionante. Si no, no es esperanza. Si releemos este pasaje del evangelio de San Lucas, como otros muchos en todos los evangelios, con fe y sencillez, podemos pasar de la tristeza, de la desesperanza, a la esperanza, como los dos discípulos que ya no esperaban nada. " Nosotros esperábamos..." El encuentro de Jesús, que siempre sale al paso de nuestro desanimado caminar por la vida, enciende el corazón con la esperanza y sentiremos " arder el corazón" al oír a Jesús en nuestro interior. Pero, al escucharle, hay que decirle: "Quédate con nosotros" porque ya atardece y decae nuestra esperanza y se enfría nuestro corazón.

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Este artículo va dirigido a aquellos cristianos que han perdido la esperanza, a los que procuramos conservarla y a los que, libremente, quieran compartirlo. Decía San Agustín: “ …escribo estas cosas para despertar mi afecto hacia Ti y el de los que esto lean”. Ésa es la intención de este artículo y de su autor.

“ El corazón tiene razones que la cabeza no entiende”. La sabiduría popular tiene un fondo de filosofía y teología enraizadas en la razón natural y en la mística sobrenatural. “ Vox populi, vox Dei”, otro aforismo clásico popular secular. Y, aunque es cierto que el refranero, a veces, se equivoca, en estos dos casos la experiencia demuestra su verdad.

¿ Que es lo que despierta en el hombre el afecto, el sentimiento verdadero, no el sentimentalismo engañoso, de amor y cariño de tal modo que no hay razón que pueda explicarlo claramente? ¿ Una palabra, una presencia, un dolor compartido, una intuición?

Caminaban tristes, cabizbajos, los dos discípulos. Se dirigían a una aldea no lejana, Emaús. Un inesperado caminante se aproximó, algo normal cuando alguien se acerca, con ganas de hablar, que así se hace el camino menos aburrido. – ¿ De qué íbais hablando por el camino?- Preguntó, como el que, yendo detrás, se entera de algo de lo que otros charlan.  Ellos se pararon, con caras tristes.  Sin extrañarse por ello, uno de ellos, hasta se sabe su nombre, Cleofás, sí que se extrañó de la pregunta: – ¿Pero eres tú el único forastero en Jesrusalén que no conoce lo que ha ocurrido estos días en ella?- ¿ Qué cosas?- Se interesó, al parecer, el forastero. – Lo de Jesús Nazareno- siguió Cleofás- varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado. Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; pero ya van tres días desde que esto ha sucedido. Nos asustaron ciertas mujeres…que decían que unos ángeles les dijeron que vivía…

Este precioso pasaje del evangelio de Lucas, muy conocido entre los cristianos que leen el evangelio con frecuencia, narra la explicación que Jesús, el enigmático forastero, les da a los dos discípulos desalentados después de reñirles por su torpeza e incredulidad para comprender lo que las Escrituras profetizaban sobre el Mesías. Insistieron tanto para que se quedara con ellos, viendo que intentaba seguir su camino, que entró y se sentó con ellos a la mesa. Bendijo, partió el pan y, en ese momento, lo reconocieron: era Jesús. Pero Él desapareció de su vista.

Valía la pena rememorar esta escena por muy sabida que sea para muchos. Porque por mucho que se lea, se contemple y se admire, siempre deja en el aire y en el corazón un hálito de esperanza, una emocionante sorpresa, un deseo de seguir la pista de ese Jesús huidizo, invisible. ¿ De dónde viene y a dónde va? Que se ha llevado en un suspiro, después de hacerlos arder de esperanza, los corazones  que habían entristecido.

En adelante, aparece y desaparece, como en un juego, al escondite, de amor y alegría, sorprendiendo al aparecer, y haciendo desear su presencia, en su ausencia, porque ya la vida aburría sin El. En su última aparición, Pedro y algunos discípulos se sentían así aburridos después de haber pasado bastantes  días desde la aparición en el cenáculo sin ver al maestro. Y  Pedro, que no podía estar inactivo, de pronto, les dice: – Voy a pescar.- Vamos contigo- dijeron ellos. EL se muestra en la orilla, al amanecer. Tomás ocho días pasó negando la aparición de Jesús. Ocho días y él aparece y lo convence. No acudió inmediatamente al reto de Tomás. El tiempo de Dios no es nuetro tiempo. Ni el espacio. Hay un enigmático espacio-tiempo en las apariciones y desapariciones de Jesús. ¿ Qué ocurriría en ese espacio-tiempo entre ellas? Nuestra impaciencia contrasta con la incomprensible paciencia de Dios. “ Dios tiene paciencia porque quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, dirá, después Pedro.

Exactamente igual hace Jesús  a lo largo de los siglos  en la vida de la Iglesia, en la vida de los santos, en la vida de los cristianos que lo buscan, en la de los que han perdido la esperanza cristiana y se aburren con la esperanza puesta en las cosas caducas de ete mundo.

El amor y la misericordia de Dios, en Jesús, son tan misteriosos como su misma esencia. El Espíritu Santo sopla, inspira, donde quiere y como quiere. No sabemos de dónde viene ni a dónde va; y así son” todos los nacidos del Espíritu”. ¿ No arde nuestro corazón cuando Dios se deja sentir, sin sentir, sin saber cómo, ni por qué, ni de dónde nos viene ese sentimiento, ese afecto que, según la experiencia de San Agustín,  “ A veces, me haces sentir una dulzura interior que, si fuera completa en mí, sería un no sé qué que no sería esta vida”. Después de la experiencia de la dulce presencia de Dios, de su Espíritu Santo, en el alma, no hay miedo de morir, todo lo contrario. “ Tan alta vida espero, que muero porque no muero”( Sta. Teresa de Jesús) “ Ilumíname, Señor, con tu Espíritu, transfórmame, Señor, con tu Espíritu; y déjame sentir el fuego de tu amor aquí en mi corazón, Señor”, canta la liturgia.Teme el cuerpo su muerte, pero el alma, tocado del amor de Dios, la desea. Todas las maravillas de la creación, no son más que un reflejo del cielo. Pero no son el cielo. “ Dios es amor”, dice el discípulo” amado” de Jesús.El Papa emérito, lo repite en su encíclica” Deus caritas est”. Pero Dios no es sólo amor. Es el Amor Misericordioso”. “ Si yo tuviera todos los pecados que se pueden cometer en el mundo, me abrazaría a El con el corazón destrozado; pero no confiaría menos en El”,( Sta.Teresita del Niño Jesús ). Y termina dejando caer el lápiz porque ya no podía soportar ni la pluma, escribiendo sus últimas palabras antes de morir: “ No es porque Dios me ha librado del pecado mortal desde mi infancia por lo que yo me elevo a El por la confianza y el amor…”.

¿ Qué es, Teresita, lo que hace que te eleves a Dios por la confianza y el amor? ¿ Qué es? Y nos dice el eco de su vida: Que Dios es AMOR MISERICORDIOSO.

“ Vivir de amor es ahuyentar el miedo/ y hasta el recuerdo de pasadas faltas/. De mis pecados  no queda ya  ni sombra/ que el amor los quemó en su ardiente fragua/. Vivir de amor es vivir amando a Quien nos ama. (Sta. Teresita)

Todo el evangelio, toda la vida de Jesús, su Pasión, muerte y resurrección, no es más que la prueba definitiva de su misericordia. Estamos en los últimos tiempos. Las profecías se han cumplido. Ya llegó el Mesías prometido. El tiempo de esperanza se acaba. El peligro más grande para la Humanifdad, y el diablo lo sabe, no es la guerra nuclear y la destrucción. Es la falta de confianza en el amor misericordioso de Dios, de Jesús.Perder toda esperanza en El. Clama Sta, Faustina Kovalswka en su mensaje del amor misericordioso de Dios al mundo: Jesús pide confianza en la divina misericordia. Esa desconfianza es lo que más dolió a Jesús en su oración del Huerto de los Olivos. Decir, vivir, creer : “ ¡ Jesús, confío en Ti!”. No hay mayor dolor ni pecado que el rechazo consciente de un hijo al amor de su padre.

 

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