Catalunya: Un País en Común

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Manifiesto:
Llamado para ganar un país en común.
Vivimos cambios profundos que marcan un nuevo tiempo y exigen que demos un paso adelante, para tejer nuevas herramientas. La crisis económica de 2008 desembocó en Cataluña en una crisis social, política, institucional y nacional. Una crisis de modelo que era, y es, europea y global. Las élites aprovecharon el choque para romper el pacto social y emprender una ofensiva conservadora de retroceso y recorte de derechos. En Cataluña y en el Estado la sociedad civil se ha avanzado en la clase política, saliendo a la calle y organizándose para defender sus derechos, recuperar las instituciones y ponerlas al servicio de la gente. Entre la apatía y la resignación, despertó la indignación y, más tarde, la propuesta y la ilusión. Se abría una nueva época en nuestro país.
A caballo entre el 15M de 2011 y el 11S de 2012 se empezó a construir una mayoría social que exigía más soberanía y más democracia: jóvenes que hasta entonces no se habían sentido representados por los grandes partidos tradicionales, personas trabajadoras, profesionales y autónomas que veían como los de arriba no se tenían que estrechar el cinturón mientras se ponía el tejido productivo al servicio de los intereses especulativos; personas jubiladas que después de toda una vida de trabajo y sacrificio tenían que ver como sus nietos y nietas cogían un avión para buscar trabajo fuera. Entre los recortes, la corrupción y la recentralización nacía la posibilidad de una mayoría renovada, hija de un nuevo tiempo a la vez que heredera de la mejor tradición de las izquierdas, el catalanismo popular, como también del feminismo, el ecologismo y el republicanismo de nuestra tierra.
Porque venimos de lejos. Recogemos el legado de todas aquellas y todos aquellos que fueron pioneros en la conquista de los derechos de los trabajadores y trabajadoras; de todos aquellos y aquellas que pensaron y construyeron una república catalana fraterna con el resto de pueblos del Estado a la altura de sus gentes; de quienes no se rindieron en la negra noche franquista y lucharon hasta recuperar las libertades; y, también, de quienes sabían que no hay democracia si no se construye siempre más allá de los límites que le son impuestos. Al fin, somos hijos e hijas del mejor de nuestro país, pero también hijas e hijos de una nueva época y de un nuevo ciclo que pide poner el bien común por encima de las siglas. Un nuevo ciclo que ya ha cristalizado en la capital de Cataluña y ha sembrado entonces de cambio en todo el territorio, pero que apenas ha empezado. Ahora, hace falta un paso más.
Queremos ensanchar el sentido de soberanía hasta llegar a todas las esferas de la vida y la política. Esta demanda ya es mayoritaria entre el pueblo de Cataluña, pero no puede reducirse a un único tema sino que tiene que convertirse en una ansia para decidir nuestro futuro sobre todas las cuestiones. Tenemos que construir el presente para decidir el futuro. Se decide construyendo, no en la eterna espera. Vivimos en un mundo globalizado. No seremos un país libre si tenemos que seguir los dictados para cumplir los objetivos de déficit, poniendo los intereses del capital financiero y su deuda, muchas veces ilegítimo, por encima del mantenimiento de un estado del bienestar ya bastante precario. Un país es, por encima de todo, su gente. Defenderlo es defender la calidad de sus servicios públicos y su valor se mide por su capacidad de dar respuesta a las necesidades básicas que todas y todos tenemos y por la conquista y el ejercicio de la igualdad entre mujeres y hombres. Su vitalidad se constata cuando es capaz de imaginar, explorar y crear otro mundo en medio de los retos que impone el agotamiento del viejo.
Queremos acabar con la desigualdad, la pobreza, el paro y la precariedad. Los de bajo hace años que nos estrechamos el cinturón y pagamos por una crisis que no hemos originado, y ya es hora que lo hagan también los de arriba. No es sólo una cuestión de justicia, también de eficacia y sostenibilidad económica: si rescatamos antes la gente que los bancos, reavivaremos la demanda y el consumo, y generaremos puestos de trabajo, actividad y riqueza. Hace falta una transformación de la economía que adapte el país a los retos del siglo XXI, un nuevo modelo productivo más sostenible, autosuficiente energéticamente, que transite hacia la superación de todo aquello que ha entrado en crisis. Una economía que requiere cambios en profundidad para hacerla compatible con la defensa del medio ambiente y la lucha contra la urgencia climática. Un modelo económico que ponga las personas en el centro, que no ignore el trabajo de cura y que priorice la visibilidad, la dignificación y profesionalización. Un modelo económico en que las instituciones sean corresponsables en la cura de la gente, que revierta los recortes poniendo los sectores estratégicos de la economía al servicio del bien común.
No es soberano un país en que el 1% acapara la mitad de la riqueza del conjunto de la sociedad. Los últimos años hemos podido comprobar terriblemente como, detrás las excusas para redistribuir la riqueza había la corrupción. Se tienen que acabar las puertas giratorias del clientelismo y se tiene que regenerar nuestra democracia, no sólo por una cuestión de decencia, sino también para recuperar una riqueza y unas instituciones que son de todo el mundo y se tienen que poner al servicio de la gente. Está emergiendo una nueva manera de entender y de hacer política, más transparente, más participativa, sin privilegios por razones de clase, de origen o de género, que rinde cuentas y que gobierna escuchando y obedeciendo la ciudadanía.  Este reto no sería posible si no fuera por una sociedad civil que ya ha desarrollado nuevos principios que prefiguren la Cataluña que queremos construir.
El derecho a la igualdad es una condición previa fundamental de la democracia y una sociedad no se puede considerar democrática si desde los poderes públicos no se combate la subordinación, el desapoderament o la violencia machista y patriarcal que se ejerce contra parte de la ciudadanía por razones de género o de orientación sexual. Un país libre y soberano tiene que sostener un fuerte compromiso público con la erradicación de la violencia machista, homófoba, lesbófoba, bífoba y transfoba, aconteciendo una sociedad que combate todas las formas de violencia contra las mujeres y las personas con sexualidades y género no normativos.
Los grandes cambios que el país necesita y reclama sólo se podrán hacer en común, y la desigualdad social no es la única división que tendremos que superar. Somos un pueblo que se articula a partir de su diversidad, reconociendo que por encima las diferencias generacionales, territoriales, de género y de origen, venimos a construir una alternativa para todo el país que haga de la diversidad nuestra mayor fortaleza, en que cada territorio y cada municipio pueda acontecer una semilla del cambio. Venimos a dar un paso adelante porque nadie tenga que dar un paso atrás.
Unos cambios que queremos hacer con la determinación de servir no sólo nuestro pueblo, sino  también para hacer una contribución decisiva a la transformación del Estado y de Europa. El viejo continente vive un contexto histórico marcado por la ruptura del pacto social, el descrédito de las instituciones y la subida de la extrema derecha a la mayoría de países donde el sistema de partidos tradicional retrocede. Una Europa en peligro, que necesita hoy más que nunca de una nueva primavera de los pueblos que los permita recuperar plenamente el poder democrático y vuelva a situar la libertad, la igualdad y la fraternidad como valores centrales por reconquerir un proyecto de integración europea plenamente democrático y al servicio de las personas.
Cataluña necesita un espacio político, que ayude a crear un nuevo bloque histórico del cambio, para una nueva época. La hegemonía conservadora agoniza asediada por casos de corrupción y por la movilización ciudadana contra la política de recortes. Es la hora de construir un nuevo espacio político para todas las catalanas y los catalanes, una propuesta ganadora y de mayorías. Porque no queremos sólo ganar unas elecciones, venimos a ganar un país.

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